Tengo a diario este sueño: estoy en una pieza blanca, parece mi pieza pero está demasiado limpia para lo que acostumbro a ver; alguien ha botado las latas de cerveza que durante toda una semana acumulo y otro alguien se ha tomado todos los conchitos de roncola que dejo, regalones, para la mañana. Lapsus de tiempo en el cual despierto: veo con gusto mi continua cochiná. Mis ojos se entrecierran suavemente, y tras el continuo pestañeo, me dejo arrastrar por el soporífero vaivén de uno que otro remolino que soporta, con plena estoicidad, la mala ecuación entre cálido viento y scotch de pésima calidad. Pestañeo uno y ahí están, sólo dos recuerdos de estrellas de cuatro lados. Pestañeo dos, abrir de ojos y ahí está, nuevamente la ascéptica, puta y extraña pieza blanca.

Todo lo que ocurre después es desconcertante: Nunca duermo con pijama, menos con ropa, pero así aparezco, en pelotillehue de la cintura para arriba y con chocolates adornando puntos claves de mi desnudez. Parecen apuntar todos hacia el bien llamado camino hacia la felicidad, parecen firmes y decididos pero todos están derritiéndose y fundiendo su oscuro color con mi descolorida piel.
Parece más bien un colonizador ejército, pero, de qué?

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